Decía un amigo: “El matrimonio no es ni siquiera una opción, a menos que hayamos recorrido mundo, hallado lo que de verdad queremos hacer con nuestra vida y descubierto nuestra propia identidad. Y como somos más lentos aprendiendo y madurando, también somos más lentos a la hora de subir al altar”.
Para muchos caballeros, y también para muchas damas, el casorio no es una prioridad, les suena como el final del romance y del sueño, el principio de lo cotidiano y lo aburrido. El inicio de las obligaciones y gastos con los hijos. Los aburridos viernes por la noche en casa, en lugar de que con los amigos. El problema no es comprometerse, eso es fácil; lo difícil es excluir a los demás compromisos.
El deseo de comprometerse puede llegar cuando uno realmente encuentra la pareja que le llena, y cuando la persona está dispuesta a superar experiencias de vida que han podido crearle cierta inseguridad sobre tener un compromiso.
He aquí algunas razones por las que hay quienes le huyen al altar:
Comprometerse en un vínculo de amor, puede traer felicidad, sueños, familia y muchas otras cosas maravillosas. Lo importante es seguir la intuición y esperar a la persona correcta, ignorando las presiones sociales y expectativas de los demás.