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Tener un escritorio caótico o una habitación revuelta no siempre es señal de descuido o dejadez. Desde la psicología, el desorden puede responder a múltiples factores y no siempre representa un problema en la vida cotidiana, según explica la psicóloga Olga Albaladejo.
Para algunas personas, el desorden es simplemente la ausencia de hábitos consistentes, mientras que para otras es una elección consciente que no interfiere con su productividad ni con su bienestar emocional.
Lejos de ser un rasgo negativo en todos los casos, el desorden puede incluso relacionarse con la creatividad, la flexibilidad mental y una forma más libre de interactuar con el entorno.
Esta característica puede reflejarse en distintos ámbitos: desde el orden físico de los espacios hasta la manera en que se gestionan el tiempo y las emociones. Por ejemplo, alguien puede tener un ambiente visualmente caótico, pero ser muy cuidadoso en temas financieros o profesionales.
Según los especialistas, existen distintos perfiles de personas desorganizadas: quienes llevan un estilo de vida muy acelerado y priorizan otras actividades antes que ordenar; personas creativas que consideran el desorden parte de su proceso; individuos con tendencia a postergar tareas; y también personas neurodivergentes que tienen una manera distinta de entender el orden.
Desde el punto de vista emocional, el desorden puede ser tanto un síntoma como un detonante de malestar. Puede intensificar el estrés o la ansiedad, y en casos de depresión o TDAH, suele presentarse como una dificultad para estructurar tareas y espacios.
Ser desordenado, entonces, no es en sí un problema: todo depende de cómo se vive y se gestiona.