Todos y todas nos hemos enfrentado a situaciones y escenarios que detonan inseguridad y minusvalía; dudamos de nuestro potencial como profesionales, parejas, compañeros y hasta como personas. Dudar es natural, lo dañino es estancarse en el estigma de “no poder”, de “no ser lo suficiente”, de “ya para qué”.
He aquí algunas pautas para superar eso que muchos llaman el síndrome del impostor:
• Solicita Feedback. Pide a diez conocidos que te envíen una carta anónima, donde digan lo que piensan y sienten con respecto a ti. Te sorprenderá comprobar la manera en que te aman y aprecian. Su continua relectura resultará muy eficaz para creer en tus capacidades.
• Piensa que cuando estés frente a una situación de duda y confusión, es una oportunidad para crecer ante la adversidad, la duda puede servir para sacar lo mejor de ti.
• Todos ostentamos ser cajas de seguridad, pero en ocasiones nos fijamos más en los candados que activan la desconfianza propia; dudar, vacilar a la hora de tomar decisiones y emprender acciones. Enfócate en tus fortalezas, lo que te hace fuerte física, emocional y espiritualmente. Alegre, empático, desafiante, arriesgado, precavido, persistente, ¿qué más? Mide tus habilidades lo más objetivamente posible. Usa esa información para identificar qué debes hacer para liberar esa colorida mariposa.
• Cuando alguien te asegure que no podrás, no te apegues a las versiones falsas, amordaza a ese piloto automático recordándole las veces que sacaste tu coraje para llevar a cabo un desafío. “No puedo”, dos palabras con efecto mental determinante, que recoge el subconsciente para proceder, anúlalo para que no sabotee. ¿Cuál es tu potencial, de qué se llena, qué sabes de ti? Haz una lista y actúa en consecuencia. Confía más en ti...