La Copa Mundial de la FIFA Catar 2022 ha llegado a su conclusión. Una celebración que, sin duda alguna, marcará un nuevo referente dentro de la crónica deportiva mundial, ya sea por su nivel de espectacularidad visual, o por la infraestructura física de punta y capacidad logística que el país anfitrión ofreció tanto a jugadores, organizadores, como a visitantes de todas partes del mundo.
Catar será recordado por haber albergado a una de las finales del mundial de futbol más competidas de la historia; pero, sobre toda otra reflexión, por la opulenta, y posiblemente insuperable, exhibición de recursos económicos que este país destinó para edificar, en una franja costera de 100 kilómetros de longitud, una moderna y portentosa infraestructura urbana que está valuada en más de 200 mil millones de dólares (se estima que para organizar los mundiales de Brasil 2014 y Rusia 2018, no se requirió, en cada evento, de una inversión superior a los 15 mil millones de dólares)
Ver: https://www.eleconomista.com.mx/mercados/Cuanto-costo-Qatar-2022-20221118-0014.html
Un moderno sistema de transporte “metro”, carreteras, infraestructura aeroportuaria, y más de un centenar de hoteles y zonas de esparcimiento son parte de la exorbitante inversión que, apuntando a un registro contable deficitario, conforman el proyecto catarí conocido como “Visión Nacional de Catar 2030”. Proyecto del que es parte el mundial 2022 y con el que este país aspira a erigirse como un nuevo referente de la diplomacia, el comercio internacional y la política mundial.
Con un ingreso (final) estimado en 17 mil millones de dólares, se espera que Catar registre una recuperación financiera menor al 10% del monto total que tuvo que invertir para hacer realidad su justa mundialista. La FIFA, por lo contrario, registró un ingreso que supera en mil millones de dólares lo inicialmente proyectado (de acuerdo al dirigente de este organismo, Gianni Infantino, las ganancias de la FIFA han logrado ascender a un total de 7 mil 500 millones de dólares como resultado de su más reciente evento).
Más allá de la preocupación que pueda manifestar el gobierno catarí, sobre -lo que a todas luces- le representará un retorno de inversión negativo (-ROI), en este espacio abordamos un segmento que se desprende de esta multimillonaria operación financiera, y el cual ha estado dirigido al uso del factor productivo más importante y humano que se puede encontrar dentro del mercado: la contratación de trabajadores.
La contratación (en Catar), el subsecuente sufrimiento y, en ocasiones, fallecimiento de trabajadores, provenientes (principalmente) de la India, Nepal, Pakistán, Bangladesh y Sri Lanka es un tema que en los últimos años ha despertado la consternación mediática mundial y severos señalamientos hacia la FIFA. Un asunto de preocupación para la comunidad internacional que, si bien no fue olvidado, si convenientemente relegado durante la justa mundialista.
Estamos hablando de la vida de miles de trabajadores (como los hay en muchas partes del mundo) que, al no encontrar respuesta en un mercado laboral doméstico, se vieron obligados a buscar oportunidades más allá de sus fronteras. Una dinámica económica cuya peor externalidad (afectación al bienestar) ha provocado un incalculable sufrimiento humano y señalamientos de culpa que parecen no apuntar a los verdaderos responsables: las prácticas económicas desleales, con las que intermediarios y autoridades estatales buscan regular todos los días una vigorosa oferta mundial de trabajadores. La FIFA tan solo es la conveniente víctima que entidades estatales y miles de millones de consumidores -de fútbol- han elegido para adjudicarle toda posible responsabilidad.
La oferta de mano de obra y su inhumano aprovechamiento.
“Tanto la cantidad como la calidad del trabajo que cada individuo puede ofrecer dependen de sus cualidades innatas y adquiridas. Las innatas no podemos variarlas…Podemos cultivar nuestros talentos individuales, perfeccionarlos y evitar que se malogren prematuramente” (Ludwig v. Mises, La acción humana, 2011, p. 737).
Con esta reflexión, el economista austriaco Ludwig von Mises aborda, dentro de su tratado de economía, el trabajo humano y la forma en que este se ordena dentro del mercado como un factor o insumo productivo. Desde un futbolista (Cristiano Ronaldo) a quien se le ofrece un contrato por 200 millones de dólares al año, hasta un empleo donde por 3,300 dólares (en el mismo periodo) hay que colocar cemento bajo temperaturas de 45 grados centígrados; son las oportunidades para cultivar el talento de cada individuo (y no dejarlo malograr) lo que definirá nuestra posición dentro de la sociedad como oferentes de trabajo; ya sea a través de la oferta de mano de obra, genialidad o virtudes especiales.
¿Qué sería de Lionel Messi si su abuela y padre no hubieran destinado todos sus recursos en él?
Posiblemente estaríamos hablando de un individuo con una estatura de 1.55 metros (no de 1.70 metros, después del uso de una muy costosa hormona de crecimiento), el cual no hubiese tenido la oportunidad de levantar la copa del mundo como capitán de su equipo; o quizás sí, pero nunca lo sabremos ya que Messi no vio malograr sus virtudes y talentos innatos.
Cuando hablamos de países como la India, Nepal, Pakistán, Bangladesh y Sri Lanka (considerando a muchos otros que no abordaremos en este espacio), nos referimos a sociedades cuya pobreza le ha impedido a una gran parte de su población desarrollar talentos, más allá de las destrezas manuales que suelen adquirir. Lo anterior ocasiona una sobre oferta de mano de obra que, para efectos prácticos, cumple siempre con las mismas especificidades: mano de obra no especializada.
Como ejemplo tenemos a Nepal, un país cuya exportación de mano de obra se multiplicó cuando inició el proyecto mundialista de Catar 2022.
Un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) documentó que entre los años de 2008 y 2015, cuatro mil 235 trabajadores originarios de Nepal fallecieron en el extranjero cumpliendo contratos laborales. Catar ocupaba el tercer lugar con 932 fallecidos. En la primera y segunda posición se ubicaron Malasia y Arabia Saudita con mil 562 y mil 162 fallecidos, respectivamente (entre las principales causas, se encontraron: problemas cardiovasculares, accidentes en el área de trabajo, suicidio y asesinatos).
El gobierno de Nepal estima que, del año 2010 a la fecha, en Catar han fallecido dos mil 100 trabajadores originarios de este país; tres mil 500 en Malasia; tres mil en Arabia Saudita y mil en Emiratos Árabes Unidos.
tro ejemplo podemos encontrarlo en la India. El país que más trabajadores ha enviado a la sede mundialista, así como a otros destinos laborales en el sur y oeste de Asia. Tan solo en el año 2015, este país emitió 204 mil permisos para laborar en el extranjero.
El sufrimiento y desfragmentación familiar que sufren todos los días millones de trabajadores, no es un fenómeno exclusivo de Catar -y mucho menos responsabilidad directa de la FIFA-. En lo que va del presente siglo, hemos sido testigos de un activismo empresarial que, al amparo del poder estatal (de naciones expulsoras y receptoras de mano de obra), ha logrado lucrar indiscriminadamente con la necesidad de millones de seres humanos; los cuales, nunca verán florecer sus virtudes por la falta de oportunidades.
Como miembros de la comunidad internacional no podemos soslayar esta lastimosa realidad. Una realidad, en la que un ciudadano de Nepal, o la India, al verse privado de la oportunidad para lograr solventar sus necesidades básicas de vida -u ofrecer mayores oportunidades a sus descendientes-, recurre a los abusivos servicios de compañías que se dedican a la colocación laboral en países como Afganistán, Catar, Arabia Saudita o en la región del sur de Asia.
En un artículo del New York Times del pasado mes de noviembre, Tariq Panja y Bhadra Sharma, documentaron la forma en que múltiples compañías de reclutamiento laboral, en Nepal, han logrado colocar a miles de solicitantes de empleo en Catar. De acuerdo a este reporte, todo solicitante que busca ocupar una plaza laboral en el extranjero debe cubrir, por ley, una cuota inicial de 75 dólares. Pago que culmina siendo 25 veces superior, cuando los solicitantes de empleo (en Nepal) son extorsionados por compañías reclutadoras, quienes les exigen una cuota de 2 mil dólares.
En este momento, Catar y la FIFA representan para el mundo la cresta de un iceberg cuya masa, de mayor volumen, no se logra develar a simple vista. Una masa cuya densidad está representada por las prácticas desleales que siempre han existido al interior del mercado factorial. Un mercado, donde la oferta de mano de obra se vincula con una demanda que suele ser auxiliada por una alta corrupción estatal y corporativa.
Siguiendo la propia lógica del mercado, una solución podría ser que nosotros los consumidores modificáramos -reduciendo nuestra demanda- estas conductas distorsionadas; finalmente, de acuerdo a Mises, somos nosotros, como consumidores, los auténticos soberanos del mercado. No obstante, mientras sea la estructura estatal quien continue regulando el flujo laboral, y no lo haga el propio mercado (alejado de un vicioso paternalismo estatal), la inhumana explotación de millones de trabajadores parece encontrarse aún muy distante de ser resuelta. Realidad, que aplica en nuestro continente.