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09 de mayo del 2025
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Crónicas del Poder

Cruz Roja en Coatzacoalcos, sigue en sala de urgencias

2025-05-09 | 07:14 a.m.
Cruz Roja en Coatzacoalcos, sigue en sala de urgencias
Diario del IstmoDiario del Istmo

La emergencia financiera que atraviesa la Cruz Roja de Coatzacoalcos revela, con crudeza, una de las grandes paradojas del México contemporáneo: mientras las instituciones públicas se diluyen entre recortes, omisiones y burocracias ineficientes, son los ciudadanos y sus organizaciones quienes deben asumir la responsabilidad de sostener los servicios básicos.

La reciente propuesta del presidente del Consejo de Administración de la Cruz Roja local, Jorge Fernández Franco y su equipo, de reactivar una colecta voluntaria entre trabajadores sindicalizados y empresas de la región para enfrentar las carencias urgentes de esta benemérita institución no solo es un acto de gestión loable, sino también una alarma encendida en medio del abandono institucional.

La iniciativa, que busca recuperar una práctica desaparecida en 2019 —el descuento único de una cuota a trabajadores sindicalizados—, pretende ser una medida de auxilio inmediato.

Es un llamado a la solidaridad local para responder a necesidades críticas: una ambulancia nueva con un costo superior al millón y medio de pesos, la rehabilitación del quirófano, la restauración del equipo de rescate, el mantenimiento del edificio y hasta un adeudo por energía eléctrica que rebasa el medio millón de pesos.

En suma, la Cruz Roja requiere más de cinco millones de pesos para seguir funcionando con dignidad.

Resulta simbólicamente poderoso que una institución cuya misión es auxiliar a los más vulnerables hoy esté en posición de emergencia.

No se trata solamente de una crisis financiera; se trata del reflejo de una realidad mucho más profunda: la desarticulación del Estado en materia de atención humanitaria y servicios médicos de urgencia, particularmente en zonas periféricas del país como el sur de Veracruz.

EL COSTO DEL ABANDONO

El declive del apoyo sistemático a la Cruz Roja no es casual. Forma parte de una tendencia nacional de debilitamiento del tejido institucional intermedio, ese que durante décadas fue clave para articular esfuerzos entre sociedad civil y gobierno.

A partir de 2019, muchos programas de financiamiento, convenios y subsidios a organizaciones de asistencia fueron cancelados bajo el argumento de combatir la corrupción y los intermediarios.

El resultado fue una desertificación institucional que dejó a entidades como la Cruz Roja dependiendo exclusivamente de colectas ciudadanas o esfuerzos voluntarios.

La reactivación de la cuota - puede ser de 100 pesos- entre sindicatos como CFE, Pemex, CMAS, SUEM y las secciones 11 y 31 es una muestra de que la solidaridad obrera puede ser un factor determinante, pero no debe ser permanente.

Las soluciones estructurales no pueden depender del esfuerzo coyuntural de los trabajadores ni del espíritu cívico de algunas empresas.

Lo que se necesita es una política pública de fortalecimiento institucional, presupuestos dedicados, incentivos fiscales para donantes y, sobre todo, voluntad política para no permitir que entidades esenciales como la Cruz Roja operen con el agua al cuello.

EL RIESGO DE LA AUTOSUFICIENCIA FORZADA

No debe malinterpretarse la iniciativa del Consejo de Administración como un signo de autosuficiencia institucional.

Por el contrario, es una estrategia de sobrevivencia ante la falta de mecanismos formales de apoyo gubernamental. Fernández Franco ha hecho bien en intentar sumar a cientos de empresas de la zona industrial, gaseras, cerveceras, dependencias federales y comercios locales.

Sin embargo, este modelo de financiamiento informal, basado en cartas, promesas y cuotas voluntarias, no puede sustituir a una política integral de financiamiento.

En un escenario ideal, el Gobierno del Estado y los municipios deberían tener convenios formales y presupuestos etiquetados para el sostenimiento de estas instituciones.

La Cruz Roja no puede ni debe operar a expensas de la buena voluntad del sector privado y del sacrificio individual de los trabajadores.

La medicina de urgencias, el rescate en catástrofes y el socorro inmediato no son lujos: son derechos que el Estado debe garantizar, ya sea directamente o mediante convenios sostenibles con organizaciones especializadas.

URGENCIA DE ACCIÓN

Si la propuesta de Fernández Franco logra materializarse, se habrá ganado tiempo y oxígeno. Tal vez, incluso, se logre la adquisición de una ambulancia, se rehabilite el quirófano y se atiendan algunas de las necesidades urgentes.

Pero si no se construye un modelo de financiamiento recurrente y estable, en seis meses o un año, la Cruz Roja estará nuevamente al borde del colapso.

En el peor escenario, si no se logra el financiamiento necesario, Coatzacoalcos podría quedar desprotegido ante emergencias mayores.

En una ciudad que es punto neurálgico de la industria petroquímica, donde los riesgos son múltiples —accidentes laborales, desastres naturales, transporte de sustancias peligrosas—, no contar con una Cruz Roja plenamente operativa puede derivar en tragedias evitables.

UNA LECCIÓN PARA LA REGIÓN Y EL PAÍS

La experiencia de Coatzacoalcos debe servir como espejo para el resto de las delegaciones de Cruz Roja en el país. El sistema de salud, ya de por sí fragmentado, no puede prescindir del trabajo silencioso, pero vital, de estas organizaciones.

Es hora de abrir el debate sobre cómo el Estado mexicano puede rearticularse con la sociedad civil organizada sin caer en el asistencialismo, pero tampoco en el abandono.

La Cruz Roja de Coatzacoalcos no pide caridad. Exige corresponsabilidad. Y en esa demanda se juega no solo su futuro, sino el de todos aquellos que, tarde o temprano, dependerán de una sirena que acuda al auxilio cuando más se necesite.

AL OÍDO

En Coatzacoalcos, la creatividad electoral ha florecido antes que las propuestas: en solo 10 días de campaña, ya hay encuestas para todos los gustos.

Unos dicen que van ganando, otros que van pisándole los talones al que, según, va ganando... y todos presumen gráficas que harían llorar a cualquier estadístico decente.

La estrategia es clara: repetir que van arriba hasta que alguien se lo crea, aunque sea su equipo. Y mientras, el electorado, ese que realmente decide el 1 de junio, observa con desconcierto cómo se derrocha tiempo en fabricar ventajas imaginarias.

Porque si algo enseñan estas encuestas es que algunos candidatos le apuestan más a manipular la percepción que a construir soluciones. Pero ánimo, ya falta menos para la única encuesta que sí cuenta: la de las urnas.

Son tan chafas que ni la metodología o el diseño demoscópico de la encuesta se muestra. Así de simple.

Contáctanos:

joluperezcruz@hotmail.com

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