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La tercera guerra mundial ha comenzado.
Las grandes potencias económicas cambian sus paradigmas económicos lo que, más tarde que temprano, va a reconfigurar los balances políticos globales.
La andanada de aranceles de Estados Unidos fueron el detonador de este cambio mayúsculo.
Las consecuencias son aún impredecibles: Japón y Corea del Sur anunciaron un alineamiento con China. La Unión Europea prepara, a su vez, una contraofensiva arancelaria a la que ya se anticipó Canadá.
Este hecho hace volar por los aires el eje estructural del mundo que se creó tras la Segunda Guerra Mundial. Ahí se formó un mundo bipolar, que Estados Unidos fue capaz de construir y moldear a través de una visión, políticas e instituciones.
La visión fue la creación de un mundo abierto que descansó sobre la filosofía de la libertad, el liberalismo y la democracia. Después vinieron los acuerdos comerciales y, finalmente, la apertura e integración económica. Se abandonó el patrón oro y se adoptó al dólar como moneda de uso internacional.
La política fue construir alianzas duraderas, aprendiendo las lecciones del Tratado de Versalles. Los aliados juzgaron a los criminales nazis y japoneses en los juicios de Nuremberg y Tokio, pero no humillaron a los países. Por el contrario: se lanzó el Plan Marshall para reconstruir rápidamente Europa, se salvó a Berlín mediante un puente aéreo y se concedió la permanencia de Hiroito en Japón a cambio de que el país adoptara una constitución liberal.
Las instituciones fueron el fruto de la visión y la política. Se crearon la ONU, la OTAN, la OCDE, el GATT, el FMI, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, La Corte Penal Internacional entre muchas otras.
Tales arreglos implicaron una era de paz sin paralelo en la historia. No hubo conflictos entre potencias en unos 80 años.
Estos equilibrios están llegando a su fin.
No sabemos aún a dónde irán, pero el ritmo y la profundidad del cambio lo trastocan todo.
Sin Europa aliada con Estados Unidos y rearmándose, con Rusia envalentonada, con Taiwán aislada en un mar autoritario y el posible ascenso de China como potencia hegemónica en Asia, ya sin los contrapesos mencionados, el escenario se vuelve sombrío.
Es posible que se abra una etapa de intercambios regionales. De bloques más pequeños. Pero la guerra comercial causará dolor y sufrimiento a millones. Los intentos de cerrar las fronteras conducirán a inflación, a pérdida de empleo y a bajo crecimiento. Las pérdidas en bolsa han sido brutales.
En medio, estarán las tensiones entre el viejo orden que muere y, diría Gramsci, el nuevo que no acaba de nacer.
En 1930, el presidente Herbert Hoover lanzó una ofensiva arancelaria que acabó en la Gran Depresión y la bancarrota de las bolsas mundiales. Sobre el caldo de cultivo de la pobreza súbita y el resentimiento surgió el nazismo, el falangismo y se consolidó el fascismo. Stalin se apuntaló como dictador supremo.
Y luego vino la Segunda Guerra Mundial: la gran tragedia de la humanidad.
A las armas siempre anteceden los misiles económicos.
Esa fue la lección.
Y ya se pasó por alto.
@fvazquezrig