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Previo a la Semana Santa, entre el fervor religioso y el movimiento comercial que anima las calles de Misantla, destaca la presencia discreta pero constante de artesanos como Marcelino Benítez Jiménez, originario del estado de Puebla, quien, junto a su padre, don Macedonio Benítez, mantiene viva una tradición que lleva más de dos décadas floreciendo entre la fe y el tejido de palma.
Con manos hábiles y paciencia heredada, Marcelino ofrece palmas tejidas en figuras especiales para el Domingo de Ramos, una pieza infaltable en los hogares católicos que representa la bienvenida a Jesús en Jerusalén: "Traemos palma real tejida para que sea vencedora, como se acostumbra en este día tan especial", explica Marcelino mientras acomoda cuidadosamente sus productos en el puesto que comparte con su padre.
Los precios, afirma, se han mantenido sin cambios desde el año pasado, a pesar del encarecimiento de los gastos de transporte, alimentación y hospedaje que deben enfrentar al trasladarse hasta esta región: "Tenemos palmitas desde 20 pesos y las grandes a 30, son precios accesibles, porque entendemos la situación económica, pero también necesitamos cubrir nuestros gastos", comparte con sinceridad.
Marcelino no trabaja solo: acompaña a su padre, quien, con más de 22 años dedicados a esta labor, fue uno de los primeros en traer las palmas tejidas a Misantla: "Mi papá ya tiene sus años, y ahora le echo la mano, él fue de los pioneros aquí, y aunque ya no puede solo, sigue viniendo cada año", cuenta con orgullo, para ellos, la Semana Santa no solo es una temporada de ventas, sino una tradición familiar profundamente arraigada.
La gente de Misantla ya los reconoce, los espera y busca sus productos año con año: "Si no venimos a Misantla, es como si no hiciéramos nada, esta ciudad ya es parte de nuestra vida, aquí hemos visto crecer a los nietos, convivimos en el río, compartimos la comida y la fe con la gente", expresa con afecto.
Respecto a los compradores, Marcelino comenta que la mayoría son adultos, quienes suelen mantener vivas las costumbres religiosas en sus hogares: "Los jóvenes también nos compran, pero son los mayores quienes inculcan esta tradición, algunos vienen de comunidades cercanas, ya nos conocen y cada año nos buscan".