El 12 de diciembre, millones de mexicanos celebran el Día de la Virgen de Guadalupe, y junto con la devoción, llega una tradición culinaria única que refleja la hospitalidad y gratitud de quienes habitan en los caminos hacia la Basílica.
Aunque no existe un platillo específico para esta festividad, los alimentos que se ofrecen a los peregrinos se convierten en un símbolo de solidaridad y fe compartida.
En esta fecha, los vecinos de las rutas peregrinas preparan una variedad de alimentos para los viajeros.
Desde el amanecer, es común ver mesas adornadas con pan dulce acompañado de café, té o atole, perfectos para combatir el frío de las primeras horas del día. También se ofrecen naranjas y botellas de agua para refrescar a los caminantes.
A lo largo del trayecto, las familias preparan opciones más sustanciosas como tamales, tortas, tacos al pastor y, en algunos casos, chilaquiles, ideales para reponer energías. Y para endulzar el camino, no faltan las gorditas de nata y otros dulces tradicionales. Incluso, algunos peregrinos reciben refrescos o pequeños detalles como cigarros.
Lo especial de estos ofrecimientos no solo radica en los sabores, sino en el gesto detrás de ellos.
Los alimentos se entregan gratuitamente como un acto de bondad y agradecimiento a la Virgen de Guadalupe, ya sea por un año favorable o por haber cumplido un deseo especial. Cada plato preparado simboliza la unión y el compromiso de ayudar al prójimo en su travesía.
En el Día de la Virgen, la devoción no solo se expresa con rezos, sino también con cada alimento que nutre el cuerpo y reconforta el alma de quienes caminan con fe.